Joan Lluís Montané
La escultura de Lilia Perrone se constituye en sí misma, para sí misma y para los demás como un vehículo de comunicación, como la senda a seguir hacia el camino interior de cada uno.
Es una creadora que indaga en las perspectivas de la vida que nos conducen hacia la verificación de evidencias, de sendas que compartimos en los caminos y vericuetos gracias a la causalidad.
Una evidencia que descansa en el hecho de que la materia, al transformarse, se convierte en parte de un símbolo que va hacia la consecución de metas que nos permiten abrir constantemente puertas que nos conducen hacia la senda interior.
La creadora argentina se involucra en la fuerza de la existencia a partir de materiales que se vuelven maleables, que son partes de un todo en movimiento, porque no hay nada estático, no existe el hieratismo, dado que la vida misma es parte de un entramado siempre en constante flujo. De ahí que su creación se haya vuelto más sutil dentro de lo expresivo, buscando la posibilidad de expandirse hacia la determinación de las ideas que fortalecen una actitud clara ante la vida.
Indaga en lo interior a partir de símbolos que construye a modo personal, sin que por ello renuncie a la sabiduría ancestral que los sustenta, pero a los que les nutre de actividad y de energía, permitiéndose cambios en su estructura para fortalecer la necesidad de ir hacia la expresión de aquello que es más evidente que lo que vemos en la formalidad habitual pero que no alcanzamos a vislumbrar del todo.
Huye del maya o ilusión desbocado, se instala en el movimiento, hasta alcanzar momentos e instantes en los que sus formas son claramente, están decididamente, ancladas en la actividad de lo que se determina en lo más hondo del conocimiento, que es la constatación de que lo que existe es lo que es en sí mismo.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)